Los implantes dentales son piezas de titanio con forma de raiz que se colocan en nuestro hueso por medio de una cirugía, este implante ha de integrarse en nuestro hueso y tras hacerlo y coger la fuerza adecuada, se colocará una corona protésica encima del implante. El implante sería la raíz de nuestro diente y la prótesis, la corona de nuestro diente o parte que nosotros vemos en boca.

Hay veces que el implante no se integra en el hueso, pero se puede volver a intentar una nueva implantación. La calidad y cantidad de hueso influyen en la osteointegración. El implante es una pieza de titanio bioinerte y no se produce rechazo al implante, sino falta de integración. La falta de integración sucede en aproximadamente el 2% de los casos, y siempre asociada a la calidad y cantidad de hueso.

Pasados dos o tres meses de la colocación del implante, tras la osteointegración, se procede a la rehabilitación de la pieza mediante prótesis sobre el/los implantes.

Los implantes dentales pueden utilizarse para sustituir uno o más dientes o para sostener prótesis removibles en el caso de que falten muchas piezas en boca.

Los implantes han de cumplir normas de calidad y esterilización.

Tras la colocación de la prótesis e implantes, se harán revisiones periódicas obligatorias e imprescindibles para conservar la salud de los tejidos que rodean al implante. Si los tejidos periimplantarios se inflaman se puede perder el implante al perder el hueso que lo soporta. Esta fase de mantenimiento el la más importante del tratamiento, e incluye una higiene oral diaria exhaustiva y visitas regulares al dentista para controlar nuestros implantes. La higiene de los implantes es más compleja que la de nuestros dientes, requiere pues un mayor esfuerzo por parte del paciente y mayor control por parte del profesional.